LA SIESTA Y LA DESNUDEZ

28.01.2015

 Aunque existen muchos tipos de desnudez, sin duda la que más nos puede afectar en nuestro crecimiento personal es la desnudez del alma.                                                                                      Si tuviéramos la certeza de que la vida del hombre, desde el nacimiento hasta su muerte es un viaje cuyo itinerario nos lleva al mismo punto de partida, no cargaríamos nuestra alma de tantas cosas superfluas, que nos retardan y nos hacen en muchas ocasiones tan doloroso ese viaje de vuelta a casa.


Nada más nacer, comenzamos nuestro viaje con la maleta del alma llena de la esencia del verdadero ser que hay en nosotros: uno durante la primera infancia es inocente y puro, creativo, audaz, entusiasta e impetuoso. Uno muestra su grandeza tal y como es, y ni la imaginación ni los sueños conocen límites. La confianza en los demás es absoluta y no sentimos por tanto la necesidad de controlar ni a nada ni a nadie. Nuestra ruta comienza así, describe una línea recta hasta que nuestro entorno más cercano empieza a exigirnos comportamientos, conductas y metas que hacen curvar nuestro universo primigenio con tal de obtener su aprobación. Comenzamos así a describir una espiral, cuyas espiras se hacen cada vez más altas, a la par que crecemos o maduramos emocionalmente según las exigencias de nuestro ambiente y más anchas a medida que acumulamos frustraciones, miedos, temores o complejos en forma de actitudes despóticas, egoístas, autoritarias y materialistas. 


  Este ciclo de crecimiento en espiral, se detiene cuando la espira en la que nos encontramos es tan ancha y débil que con sólo una brusca vibración                      ( enfermedad grave, accidente, desgracia personal, etc. ) ésta puede quebrarse. Cuando ésto sucede, es el momento en que uno cae en la cuenta de cómo inició su viaje, de todo lo que dejó atrás. Es el momento en que vuelve a visualizar de nuevo la línea recta y perfecta del origen y de una manera intuitiva sabe cómo llegar allí: liberando y desnudando el alma de toda la carga acumulada a lo largo del trayecto, intentando recuperar todo aquello que se había quedado olvidado al principio de la espira, expresando su verdadera luz, viviendo sin reservas, enteramente el momento, saboreando cada sencillo instante de nuestra vida y descubriendo que el mundo es abundante y de posibilidades infinitas.

La piedra que hoy presento proviene de la cercana Sierra Cordobesa muy próxima al Arroyo del Bejarano y al lugar conocido como Baños de Popea, cuyos entornos además de tener un gran valor ecológico, están impregnados de la historia que pueblos como romanos y árabes dejaron a lo largo de su cauce. La poza que forma la piscina natural, cuyo nombre evoca la belleza de Popea Sabina, esposa del emperador romano Nerón, famosa por su coquetería y por sus tratamientos de belleza, como los baños en leche de asna o burra para mantener la tersura de su piel, es usada también desde hace años a modo de especie de alberca, donde los azulejos que la recubren están formados por helechos, destacando el culantrillo de pozo o los musgos y numerosos tréboles cuyas flores amarillas en primavera parecen suaves hogueras que animan al sol a secar la humedad del lluvioso y frío invierno y donde los transeúntes más atrevidos demuestran su valor sumergiéndose cual ritual iniciático.