LA ROSA GRIS

27.02.2016

   Depositada sobre su pedestal la rosa gris, parece como recién cortada. La madurez se manifiesta en sus pétalos abiertos permitiéndole desprender el suave e invisible aroma de atracción con el que la naturaleza asegurará su perpetuidad.

  Del color de la luna, la rosa esculpida en piedra junto con sus sépalos de acero, que actúan como un sutil e irresistible imán para la vista, evoca subconscientemente la sensación de brillantez, de lujo y elegancia. Su tacto suave endulza nuestro gesto y sus hojas de acero y la turgencia de sus pétalos nos hacen pensar en lo imperecedero de la belleza que permanece, e incluso aumenta, con el paso del tiempo. 

 Las hojas lacerantes arropan amorosamente el cuerpo de la rosa, como una ninfa recién salida del baño es arropada por un perfumado y suave paño. Le ofrecen protección y cuidado aportándole a su vez un toque estético, que no desentona nada con el mundo actual. Cuando la luz, bien de una fría galería o de un cálido atardecer, incida sobre ellas, éstas nos devolverán doblemente renovadas su luz como si estuvieran bañadas por miles de gotas de rocío. 

 El tallo elegantemente cortado, no deja apreciar las espinas que a toda rosa por muy bella que sea acompañan. Lo que nos lleva a la reflexión de que hasta alcanzar lo bello (belleza interior, la madurez del alma, o la plenitud en cualquier aspecto de nuestra vida ) hay un camino que necesariamente va acompañado de dolor, de aquel que nos provocan las espinas, antes de alcanzar el bello y oloroso centro de la rosa. 

  La rosa es una flor llena de simbología. Fue considerada un símbolo de belleza y del amor por babilonios, sirios, egipcios, romanos y griegos, ya que ésta es tan bella y frágil como la pasión amorosa. Según la leyenda griega, la rosa en origen era de color blanco, pero cuando la Diosa Afrodita ( Venus para los romanos ) se enamoró perdidamente de Adonis, los demás dioses celosos e irritados, le enviaron mientras cazaba un fiero jabalí que le hirió mortalmente. Afrodita corrió en su ayuda y se rasgó con una de las espinas de una rosa. A partir de entonces, todas se tiñeron de rojo y a la diosa le fueron consagradas, siendo las primeras rosas de la primavera para ella. Los romanos dedicaron a la rosa un culto popular propio ya que las rosas acompañaban prácticamente todos los actos importantes de la vida: desde las fiestas consagradas a Venus ( las Venaliae el 28 de mayo), las consagradas a Flora, la diosa de la fecundidad ( las Floraliae, el 28 de abril) o las consagradas en las fiestas fúnebres a la diosa Hecate, ( las Rosálias, en verano). Incluso héroes como Eneas o Aquiles las llevaban en sus cascos y escudos.

 Posteriormente tanto en la cultura oriental, como en la occidental siempre ha existido una especial devoción por esta flor aunque, es la más utilizada en occidente en contraposición al loto en oriente. Ha formado parte de la imagen elegida por muchos ejércitos, religiones y sociedades secretas. En la iconografía cristiana, simboliza el cáliz que recoge la sangre de Cristo. Está ligada por tanto al símbolo de la sangre y del renacimiento y por ello, a la resurrección y a la inmortalidad. En cuanto a secretismo, los romanos colgaban o ponían sobre la mesa una rosa durante sus reuniones para indicar que iban a tocarse temas confidenciales. Así los asistentes sabían que todo lo que se dijera bajo la rosa, debían mantenerse en secreto. Como símbolo de Silencio se usó entre los antiguos Germanos y entre los Caballeros de la Tabla Redonda. Sociedades secretas como la Santa Vehema, los Templarios, o los Rosacruces tienen a la rosa como símbolo hermético de Cristo.
  Por otro lado, durante siglos, su símbolo se ha asociado a los mapas y a la guía de las almas en la dirección correcta ( Dante s.XIII, compara el centro de la rosa con el amor paradisíaco ). La Rosa de los Vientos, indicaba los puntos cardinales y servía para marcar las direcciones de los treinta y dos vientos, obtenidas de la combinación de dichos puntos cardinales y cuya representación en el interior de la brújula, recordaban a la rosa de treinta y dos pétalos. Hasta la fecha, el instrumento fundamental para la navegación sigue siendo la rosa náutica.

Por último, aunque se le asocian muchos más simbolismos, hay que recordar que la rosa se ha vinculado estrechamente a la divinidad femenina y a su sexualidad. La rosa está relacionada con la estrella de cinco puntas, el pentáculo de Venus (diosa del amor sexual femenino y de la belleza) y en la rosa de cinco pétalos éstos representan los cinco estadios de la vida de la mujer : nacimiento, menstruación, alumbramiento, menopausia y muerte. Además la imagen del centro de la rosa recuerda a los genitales femeninos a través de los cuales la vida es vertida.

LA CARROZA PLATEADA ATRAVESABA VELOZ LA CAMPIÑA...

 La carroza plateada atravesaba veloz la campiña cordobesa. Hasta los trigos más enhiestos se hubieran inclinado ante su veloz carrera. Sus quinientos caballos rugieron al pararse el motor después de haber adelantado a las ligeras águilas, de exagerada y exasperante lentitud comparadas con ellos. Su doble motor cromado y acristalado de diez cilindros, recordaba a esos relojes esqueletados cuyo cristal de zafiro deja ver el constante movimiento de su minúsculo engranaje. 

En su maletero, diseñado de acuerdo al espíritu deportivo, de espacio suficiente como para alojar un cofre de mediano tamaño escondía entre un paño negro, una voluminosa y desentonante roca entre azulada y parda, pero cubierta en su mayor parte por un musgo amarillento que al verla me recordaron a las dehesas cuando a partir de marzo se tapizan de un manto amarillo, verde, y rojo amapola. La roca procedía de la finca Lagos de Carboneras, asentada en la aldea de La Cardenchosa, muy cerca de Fuente Ovejuna ( Córdoba ), de gran valor ecológico y cinegético. Sería un regalo para su padre, afamado coleccionista de arte, con el que sorprenderle.

 El resultado final de la obra o la temática poco importaba. El verdadero valor de la pieza era su procedencia, lugar al que se escapaba siempre que podía, no sólo para encontrar un remanso de paz, sino como descanso después de un alarga jornada cinegética. Un minúsculo toque de naturaleza salvaje y fresca presidiendo su casa.




Depositamos la piedra sobre la mesa que presidía lo que antes fuera el salón de la antigua casa adquirida hacía pocos meses. Allí maduraría hasta que la inspiración apareciera.¿ En qué se podría transformar ? ¿ en un árbol cuyas ramas simbolizara la familia?, ¿ en un rostro clásico?, ¿ en un animal?, ¿ en un objeto cotidiano?. La piedra recubierta por el velo marrón al ser arrancada de la tierra presentaba miles de fracturas o diaclasas que se dibujaban a lo largo de toda su superficie. Sería muy laborioso esculpir algo allí. Mientras tanto aquella tarde transcurrió tranquila y sin sobresaltos. Hicimos un recorrido por la casa -museo, terminamos el café y me despedí de ellos con el aprecio sincero de la confianza, mientras veía cómo el R 8 plateado se perdía entre los suaves campos de cereales y el ondulante olivar.
 

   Meses después la idea apareció acompañada de lo que fue interpretado como una señal. Nada más abrir la puerta trasera de la casa, sentí un frescor húmedo y percibí un intenso olor a tierra removida, como cuando de niños jugábamos en los arroyos hacer presas para detener el agua, la cual siembre encontraba el punto más débil de la misma, para volver a su curso labrado durante años. Encima de la vieja mesa habían depositado diez o doce cajas con cepellones de crecidos tallos de plantas, en su mayoría de arbustos silvestres cuyas bayas, unas dulces, otras ácidas pero todas ellas jugosas y de intenso color, explotarían en los paladares de quienes tuvieran la suerte de probarlas. Un súbito pensamiento de alerta me tensó todos los músculos. Comencé a retirar todos los cepellones hasta ver aparecer el paño negro que cubría la piedra. Comprobé si se había dañado o agrietado más de lo que ya estaba. Para mi tranquilidad estaba intacta, tan sólo habían aparecido unas pequeñas manchas rojizas brillantes. Me acerqué para observarlas mientras atónita vi cómo aparecía otra, y otra y otr.... Por mi brazo izquierdo, que todavía sostenía uno de los cepellones tapizado de espinas, se dibujaba un hilo de sangre que caía sobre el centro la piedra. Gota a gota se infiltraba por la redes de venas negras que dibujaban la superficie de ésta, bañando los puntiagudos escollos de la roca, como si fueran pétalos de una rosa de rubíes y granates.