LA DIOSA ACARACOLADA

11.02.2017

  Un suave rostro bronceado, de facciones poco abultadas, se encuentra enmarcado entre el recogido del cabello y los largos pendientes, que brillan como refulgentes diamantes en la tenue oscuridad y que, como campanas sordas tañen y tocan una melodía, sólo escuchada por el espíritu de las emociones que consigue que el cuerpo se paralice, y únicamente son las pupilas las que muestran reacción al contemplar este rostro nubio, cuyas sombras le aportan cierta melancolía y una belleza sugestiva y exótica. Los cabellos caen suavemente ondulados a ambos lados, mientras que sobre la frente una gran trenza sustenta el resto del cabello detalladamente peinado en forma de caracolas. Cinco en total.

   A lo largo de la historia, el tipo peinado ha sido indicativo del estatus social, la posición económica ,el estado civil e incluso las creencias religiosas, y la trenza, ha sido una de las opciones favoritas en el momento de realizar algún peinado, pues refleja o aporta estilo y elegancia, popularizándose posteriormente por su funcionalidad y estética simple y romántica. Aparecen en casi todas las culturas a lo largo de la historia así, en África, la trenza pegada, dependiendo del diseño, podía identificar el parentesco, la edad, la religión o el grupo étnico al que pertenece una persona; en el antiguo Egipto, los trenzados estaban reservados para las clases adineradas, la realeza y los rituales ceremoniales; en América, además de realizarse para rituales religiosos, las mujeres y niños nativos americanos usaban trenzas como signo distintivo (p.ej. casada o soltera); en Europa, en la Grecia clásica, los elaborados trenzados eran ajustados a la parte superior adornados con pequeñas piezas en forma de corona y posteriormente llegaron a ser muy populares entre las mujeres romanas; durante el periodo medieval las mujeres de clase alta aparecían con elaborados trenzados, y en otros estatus estaba muy mal visto que una mujer llevara el pelo suelto por lo que éste era recogido en unas hermosas trenzas. Sin embargo el trenzado no fue, en la antigüedad, exclusivo únicamente de las mujeres, sino que también ha sido llevado por los hombres, por ejemplo en Siria o Egipto llevar la barba trenzada era signo de jerarquía o divinidad, los nativos americanos usaban trenzas con plumas, pieles o perlas para la guerra y los mayas crearon grandes tocados con trenzas o simplemente trenzas largas para los indios más llanos.

   La elaboración del peinado, semejando a caracolas, nos remonta a la forma más repetida en la naturaleza, la espiral, símbolo de la creación y evolución en todo el universo. Galaxias, tornados, conchas, desagües, tallos trepadores, la doble hélice del ADN, el interior de nuestros oídos,... nos recuerdan constantemente la continua obsesión de la naturaleza por la forma espirada. Así siempre que en el universo hay un movimiento de expansión o de contracción se produce una espiral por lo que se suele asociar al ciclo de nacimiento, muerte y renacimiento. Simboliza pues, la dinámica de la vida. En la escultura que hoy presento las espirales aparecen colocadas como queriendo guardar el equilibrio mental al que todo ser humano deberíamos aspirar alcanzar: tres en la parte superior izquierda, simbolizando lo espiritual y lo racional, donde se percibe la fuerza con la que las caracolas van creciendo en altura a la vez que maduran los pensamientos. En el lado derecho, dos espirales desarrolladas casi a la misma altura donde la creatividad y las emociones se oponen en una lucha constante frente a la realidad y a la pasividad del ser humano

 SIGLO XXI d.C. AQUELLA VISITA AL MUSEO...  

    Siglo XXI d. C.

  Aquella visita al museo arqueológico de Jaén donde se encuentran la mayor parte de las esculturas íberas encontradas en un lugar llamado Cerrillo blanco muy próximo a Porcuna ( Jaén ) motivó que a la vuelta, de camino a casa, visitara el lugar o al menos su entorno (ya que hoy día se encuentra protegido por un vallado) con una nueva visión y poco me costó imaginar, descansando sobre lo que hoy es esta escultura, el tránsito que hace siglos estas tierras, hoy sembradas de olivos, pudieron experimentar.
   

   Siglo V a. C. 

  El viaje desde Fócea hasta Iberia fue agotador. Habíamos aprovechado el viaje que un conocido mercader griego realizaba frecuentemente hacia lo que eran las islas purpurarías, siguiendo la ruta comercial de los fenicios y los griegos en el atlántico en busca del preciado tinte de la púrpura extraído ésta, de un molusco llamado thais, muy caro, ya que cada thais proporcionaba una gota de este colorante de color rojo con los que se teñían los tejidos que darían un toque de lujo y distinción a sus portadores. No era la primera vez que me acompañaban mi esposa de origen nubio y mi hija en mis viajes, pero si la primera por cuestiones de trabajo. Además de las transacciones comerciales con los pueblos de los distintos territorios de la península ibérica, también hubo un intercambio cultural. Cada vez más se iba aceptando no sólo un gran número de productos procedentes del comercio fenicio, fóceo, etrusco o púnico y sobre todo del mundo griego, sino también determinados temas iconográficos. El cliente local quería adaptar estas producciones a su mundo, reajustando o rechazando lo importado en función de las creencias e ideología de una sociedad que necesita sus propios mitos, relatos e imágenes. Me habían ofrecido dirigir una escuela de escultura ibérica greco - levantina, pero antes de tomar posesión de mi nuevo cargo tendría que dirigirme hacia Ibolca (actual Porcuna), poblado enriquecido al convertirse en paso obligado de mercancías, por estar ubicado en el medio de una de las vías más importantes de comunicación, la vía Heráclea que comunica los puertos helenos del este de iberia (actuales Alicante y Dénia ), con el territorio oretano ( bética ).

  En Ibolca la familia de mayor poder, quería narrar y mostrar en piedra la historia de su linaje, para lo cual como va siendo habitual en estas tierras, han mandado construir un monumento funerario   ( heroon extraurbano), localizado a poca distancia de la ciudad y sobre un cerro desde el que es divisado por varios núcleos urbanos cercanos, y muy próximo a una antigua necrópolis. El edificio irá decorado con cornisas y capiteles, pero además, y es aquí donde empieza mi trabajo, por una rica iconografía ( representación ) escultórica que narre la historia del dominio de la naturaleza y sus territorios bajo el poder del príncipe. Para ello he pensado en varias imágenes alegóricas: representando el poder del príncipe sobre su territorio he pensado en un novillo de grandes dimensiones, al igual que un águila de alas desplegadas, como metáfora del poder de la familia, de la riqueza del campo y la riqueza del príncipe. También he pensado en la posible incorporación de un depredador, lobo o león, clavando sus colmillos sobre un indefenso cordero como expresión de fuerza; Incorporaré también seres mitológicos y protectores como la esfinge o el grifo, fiel acompañante del héroe y protector de su territorio. Para ensalzar la figura heroica del príncipe, crearé una serie de enfrentamientos heroicos, no sólo frente a sus iguales, sino también frente a las fuerzas de la naturaleza (leones) o del universo mítico ( los grifos), saliendo victorioso y triunfante, para lo cual le investiré de una doble armadura.

  En cuanto a los dioses, representaré un varón sosteniendo y a la vez dominando a dos cápridos que de forma simétrica lo envolverán, y una diosa ricamente ataviada, como corresponde a su persona donde dos discos perforados a modo de astros celestes descenderán de sus orejas en forma de pendientes; y los cabellos debidamente peinados donde una larga trenza recogida sobre la frente simulará la fértil espiga y sobre ésta aparecerá el cabello peinado concienzudamente simulando caracolas, que evocarán la vida, la fecundidad, la temporalidad y la permanencia del ser a través de las fluctuaciones del cambio...