EL POLLUELO

01.03.2019

  De gran tamaño, pero indefenso, apela al instinto protector que todos llevamos dentro. Las formas redondeadas y su gran ojo nos transportan, al mirar dentro de él, a aquellas cuevas cálidas y protectoras, donde nuestros ancestros homínidos desarrollaron no sólo un estilo de vida sino también el arte, a través de grabados o pinturas rupestres.

En el pico, apenas desarrollado pero sí bien definido, destaca su grosor y la sensación de fortaleza, propia de las aves granívoras, que le permite triturar las pequeñas semillas y granos de los que se alimenta. Su forma cónica de no es accidental, rememora el "pecho" con el que alimentará a sus polluelos,ya que éstos, ávidos de alimento, lo recibirán de su pico cual si fuera el dulce néctar materno.

El cuerpo recubierto de un tono anacarado asemeja al plumón que en sus primeros días le protegerá de la suave brisa primaveral. Sus alas, aún no desarrolladas, se pliegan para dar paso sólo a la forma, a través de la cual la mirada se pierde y retorna llena de curiosidad como quien mira a través de una puerta vieja, y su cerradura te invita a mirar pegando el ojo ansiosamente, intentando con ello ver, así, más de lo que la vista alcanza.

  Si quisiéramos dibujar su silueta, deberíamos observar el predominio de las líneas curvas del contorno, de la forma ahusada del ala, y también del único punto en forma de ojo que aparece en la pieza:

 La línea surge del trazo que deja un punto en movimiento sobre una superficie. En el arte, según la finalidad del artista, cumple dos funciones: como elemento expresivo (construye la imagen expresando sus ideas) y como elemento estructural para configurar una forma determinada, creando puntos que se unirán con líneas imaginarias que forman una especie de esquema o armazón que sirve de estructura o esqueleto sobre la cual se hace el dibujo.


Las líneas curvas son formas sinuosas y tienen, por lo general, una libertad de ondulación y una expresión de dinamismo y movilidad que no tiene la línea recta, ya que cambian de dirección y, como tal, aportarán ritmo y movimiento a la composición. En esta escultura, la sinuosidad de las curvas aporta al gran volumen de la pieza dulzura, suavidad y flexibilidad y la dotan de elegancia y delicadeza, restando rigidez, haciendo que sintamos un deseo irrefrenable de abrazarla.                   
 En cuanto a la forma ahusada del ala, la palabra "huso" viene del latín fusus. De ahí procede huso, fuselaje, fusiforme..., formas, que hacen referencia a una imagen con los extremos más alargados que el centro, y que se repite constantemente en la naturaleza ( peces, aves, plantas y músculos) ya que reduce la resistencia del agua o el viento a los movimientos.


 En la escultura, esta forma nos hace recordar algo cíclico, sin principio ni fin, puesto que no aparecen claramente los extremos. De forma que si recorriéramos ese espacio nos marcaría un movimiento de vaivén, que produciría una vibración rítmica semejante a lo que más tarde representará un batir de alas.

En cuanto al espacio circular que aparece en la escultura como un gran punto, representa el ojo del polluelo. En el dibujo el punto es estático y es la base de toda composición artística, considerándose

como el elemento de expresión plástica más elemental y más pequeño, ya que la línea, según el pintor ruso Kandinsky, es "una sucesión continua de puntos en el espacio". En las primeras manifestaciones artísticas de los hombres prehistóricos, el uso del punto y la línea se usa con claridad, como en el caso de las figuras que aparecen en la Cueva de Covallanas en Cantabria (España, 30.000-20.000 a. d.C.), donde las imágenes se conseguen por la sucesión de puntos, que dan idea de una línea seguida, generando 3 ciervos con cuatro patas, e incluso con pezuñas; o la formación lineal a base de puntos en la Cueva del Castillo, ( 20.000-15.000 años) sito en la misma provincia; o la formación de puntuaciones en la imagen del bisonte, en la Gruta de Marsoulas (Francia) de la misma época.

Posteriormente, los puntos sirvieron al hombre para organizar el espacio. Así, cuando miraba al cielo nocturno y representaba las estrellas como puntos, al trazar líneas entre ellos, delimitó las constelaciones. Igualmente, el primer agricultor colocó puntos en el suelo, marcando zonas, plantando sus cosechas en línea recta, delimitando el espacio con una lentitud soñolienta que contrastará con la rapidez con que la cosecha se verá recogida y devorada.

   LA FUERTE CORRIENTE DE AIRE FUE APROVECHADA...

 La fuerte corriente de aire fue aprovechada por la colonia de pájaros y, a modo de espiral, éstos ascendieron hasta alcanzar la capa más alta. Allí se dispersaron como si una bolsa de confeti hubiera estallado deliberadamente, esparciendo su coloreado contenido y quedando durante un tiempo suspendido, prolongando el tono festivo que, allí abajo, en la ciudad se desarrollaba.

 Hacía días que había concluido mi visita comercial a la ciudad de Ituci Virtus Iulia* pero me hallaba en cautiverio en una de las grandes torres de la muralla que franquean la puerta oriental de acceso a ésta. La ciudad estaba en fiestas y la población se duplicaba, no sólo por comerciantes o visitantes ocasionales sino  también con motivo de la celebración de las fiestas en honor de Marte, dios de la guerra. La XXXIII legión reclutada por Julio César para la primera campaña de Hispania contra Pompeyo** gozaba de unos días de descanso hasta que nuevamente fuera llamada a la batalla.

Mis compañeros de viaje hacía días que habrían partido al no encontrarme. Habíamos acordado que una vez terminadas las transacciones comerciales, nos dirigiríamos a Híspalis y de allí a Gades, donde embarcaríamos hacia Roma. ¡Tenía que salir de allí cuanto antes! La ocasión se presentó aquella misma tarde. En la parte inferior de la torre había un pequeño patio donde un pozo suministraba agua fresca a la guardia que permanentemente custodiaba la puerta.

 A mí me hacían bajar y gozaba de cierta confianza, puesto que permanecía allí retenido en espera de que pasaran las fiestas y pudiera aclararse mi situación, ya que me habían llevado a aquel lugar con una fuerte contusión en la cabeza, lo que me hizo estar inconsciente al menos un par de días.
 En el  patio, el exceso de agua salía por una rejilla, no demasiado pequeña, al exterior de la muralla  cuyas piedras estaban afectadas claramente por el exceso de humedad. Haciendo uso de las escasas fuerzas que me quedaban, di una fuerte patada a la rejilla, la cual cedió, y en pocos minutos me encontré entre una fila de carros cargados de mercancías, preparados para salir de la ciudad. La suerte estaba conmigo, pues pronto pude distinguir un carromato cargado de telas entre las que me escondí. Curiosamente, todas ellas eran de un mismo color, de lo que deduje que se destinarían para confeccionar los trajes de los centuriones que en Ituci y sus alrededores se alojaban. No me equivoqué, pues pronto la conversación entre los comerciantes, jubilosos estos por las buenas ventas en la ciudad, se jactaban de lo lucrativo que sería pararse en los distintos recintos fortificados, donde descansaban los valientes y disciplinados centuriones antes de llegar a Obulco*** .
 Así que el primer lugar al que se dirigieron era un lugar conocido como "El Real", a unos pocos kilómetros de la ciudad. Este era un recinto fortificado (como otros tantos de la zona), donde descansaban los soldados hasta que el invierno pasara y las luchas se reiniciaran de nuevo. Justo antes de llegar al recinto, los comerciantes se pararon junto a una gran torre donde se alojaban los altos cargos militares de la centuria. Mientras los comerciantes hacían su presentación, aproveché para saltar del carromato y permanecer escondido entre grandes sillares y bloques de piedra, que cerca se acumulaban para seguir, sin duda, construyendo lo que en tiempos de paz sería una magnífica residencia, no solo porque entre ellos que se adivinaba la forma de una gran piña a medio tallar que muy posiblemente formaría parte de la decoración de un gran edificio, sino

 porque, cuando estuve a buen resguardo, pude contemplar desde la ladera en la que me encontraba un paisaje donde el horizonte no tenía fin: tan solo se veía recortado por las torres y castillos que salpicaban las suaves colinas y, mientras el sol anaranjado se ocultaba a mi espalda,  en la luna amarilla del anochecer se recortaban las siluetas de una colonia de pájaros y sus polluelos que volaban libres y alborotadores en busca de refugio ante la caída de la noche.

*    Ituci Virtus Iulia    (Torreparedones, Baena, Córdoba)  

**   La campaña de Hispania contra Pompeyo tuvo lugar  el año 49 a. C.

*** Obulco (Porcuna, Jaén).