EL INDIO DE PLUMA PLATEADA

23.10.2016

 Desde la soledad de su atalaya, portando el tocado tradicional de plumas del poderoso águila real, el indio otea el horizonte en busca de señales que ayuden a liberar el espíritu humano del enclaustramiento sobre sí mismo. Rodeado de silencio, el atardecer dora y hace brillar sus plumas centrales y del lado derecho, confiriéndole el calor, la creatividad, la intuición y el agradecimiento abundante de ese principio dador de vida que es el Sol. Sin embargo en su lado izquierdo, la luna se refleja en su pluma de acero donde se concentra la razón, las calculadas y frías decisiones, sin emociones, que le permitirán guiar a su pueblo hacia el Gran Espírtu y sus grandes enseñanzas.

En su rostro alargado y ojival, oscuro debido a la materia pizarrosa de la que procede, destacan una nariz aguileña que no es en nada exagerada debido a la falta de fragmentos desde su origen. Su cara huesuda y larga denota poder y resistencia. En su mirada poco marcada pero bien despierta se adivina su inteligencia, y su tocado de plumas símbolo de poder, curación y sabiduría, le confiere el Poder del Gran Espíritu. 

  Aunque existen tantas diferencias en la confección de los  tocados indios como variedad de tribus indias americanas hay, tanto el cine como la literatura e incluso la industria juguetera siempre han recurrido a la imagen del jefe indio sabio, juicioso y entrado en años portando el impresionante tocado o Warbonnets con hermosos arreglos de plumas como las que llevaban las tribus de las praderas americanas Apaches, Sioux, Pies Negros, Crow, Cheyenes... o incluso arreglos similares a pendientes. Los tocados generalmente eran confeccionados con plumas procedentes de la cola del águila real aunque algunas tribus usaban también las de cuervo y se les daba a aquellos miembros de la tribu que de alguna u otra manera habían demostrado su valentía, en combate frente a otros pueblos indios, al realizar una hazaña heroica, o tras superar la prueba de madurez, como reconocimiento de su aceptación en la tribu como un adulto. Sólo los jefes, guerreros y valientes habrían conseguido alguna vez este regalo tan especial. Para los jefes de estas tribus el tocado tenía un sentido más espiritual que estético, ya que lo llevaban únicamente durante las ceremonias como signo de autoridad y poder, mediante el cual se conectaba a modo de fetiche, con las fuerzas y energías sagradas, invocando una potente conexión con esa fuerza en los niveles físico, emocional, mental y espiritual, al mismo tiempo. Las alas y las plumas aportaban un impulso hacia lo alto, hacia la inteligencia del alma , eran consideradas como intermediarias entre el cielo y la tierra por lo que muchas veces se colocaban en sitios sagrados. Además, al ser considerado el águila un Animal de Poder (espíritus protectores que nos ayudan a recuperar la armonía espiritual propia y con el Universo), sus plumas eran usadas como herramientas ceremoniales. Son pues símbolo de poder, curación y sabiduría. Representa el espíritu de la tenacidad, el don de la visión clara, que va más allá de las cosas que se miran y la paciencia para esperar el momento oportuno. 

       


     En esta ocasión la piedra base de la escultura es la pizarra, roca metamórfica de grano fino, actualmente muy comercializada como elemento impermeabilizante de tejados y cubiertas o como decoración. Sin embargo el aspecto que más me interesa de ella es sin duda sus propiedades curativas y mágicas ya que se le atribuye el poder de restaurar el equilibrio y la calma interior, así como favorecer el entendimiento y restablecer las buenas relaciones. En algunas ocasiones fueron usadas en ceremonias chamánicas de curación para influir sobre el espíritu ya que favorece la comunicación psíquica entre el espacio exterior y su poseedor. En otras ocasiones también se han usado como remedio en terapias de calor para pacientes con enfermedades artríticas y reumáticas, o incluso en las aguas encontradas en contacto con yacimientos de esta roca, como tratamiento de enfermedades articulares.  

AMANECE Y LOS PRIMEROS RAYOS ... 

 Amanece y los primero rayos de sol inciden sobre las piedras caídas en la cuneta de un camino poco transitado, tan sólo en la temporada de las cacerías es cuando más paso soporta. Un muro bajo de piedras lo limita en ambos flancos y una arena de granos de cuarzo dorados lo alfombra, de manera que al caminar por él, el sonido de cada pisada recuerda el crujir del pasto seco. Hacia la derecha, la dehesa se extiende amplia, hermosa y acogedora donde la bruma matinal te acaricia y serena, para en horas posteriores abandonarte a la dura calima. Como en una pradera, los escasos árboles se encuentran espaciados unos de otros, distribuidos en función del tipo de uso que se le ha dado a la tierra, por ello en esta zona del valle de los Pedroches, en Villanueva del Duque, la intensa actividad del ser humano, la ha destinado al mantenimiento del ganado, la actividad cinegética y el aprovechamiento de los productos forestales, consiguiendo con ello un paisaje de quietud y sosiego donde de vez en cuando, en el horizonte se adivina una choza de paja y se ve la recortada la figura del pastor, de pie, con los pies cruzados, su cayado en mano, su mochila (zurrón) a la espalda y su sombrero bien calado, vigilando paciente su ganado. El silencio es asombroso, detengo mis pasos para escucharlo y apartándome a un lado del camino, me siento apoyando la espalda sobre la pared de oscuras piedras. Poco a poco mi agitada mente se va aquietando. En la vida cotidiana apenas se encuentran momentos así para la reflexión, la meditación o el autoanálisis, actos que si realizáramos habitualmente nos conducirían irremediablemente al control de nuestra mente, proporcionándonos una energía y un optimismo desconocidos...


  De repente, un sonido sordo y lejano me saca de mis pensamientos. Una enorme nube de polvo avanza hacia mí y el ruido se hace cada vez más intenso. Las vibraciones del suelo son más poderosas. Pienso que éste se va abrir de un momento a otro y me refugio pegándome más a la pared que tengo a mi espalda. Cuando el ruido ensordecedor y la nube de polvo llegan hasta mí, apenas si levanto la cabeza y lo que veo me deja sin habla . ! Búfalos ! ! Es una estampida de búfalos!. La choza de paja se había convertido en un tipi o choza india hecha de pieles de animal y palos, y las apacibles ovejas y la tranquila dehesa se habían transformado en una dorada y amplia estepa donde los búfalos, animal considerado como símbolo de abundancia por muchas tribus indias, en vez de pastar corrían y el pastor que se adivinaba en la lontananza ahora aparecía cabalgando en un inconfundible caballo indio de manchas blancas convertido en un gran jefe indio, cuya actitud de reverencia por todas las cosas que la tierra le ofrece a él y a sus habitantes, hacen que el significado de la vida y el valor de la paz y la libertad tengan sentido. Cuando la estampida casi había acabado un sonido largo, agudo y gutural se dejó oír. El lobo, animal intuitivo y leal, al que sobrepasa la imagen de ferocidad que se le atribuye, siendo una criatura con un alto sentido de la lealtad y fuerza, saltó la pared de piedras que me protegía y al saltar pude ver como su magnética mirada estaba llena del poder y la comprensión más profunda, lo que justifica el simbolismo que posee como gran maestro de sabiduría interior que nos ayudará a entender nuestra misión en la vida y el poder para protegernos espiritualmente en momentos de debilidad y situaciones difíciles. Con todo, cuando la estampida se alejó y me incorporé, todo había desaparecido pero algo pesado tiraba de mi mano derecha. Era una gran piedra de pizarra oscura con la que sin duda, instintivamente, había cogido para defenderme.