EL GALLO BRINQUITO

11.04.2014

   El gallo Brinquito de color blanco y aspecto cerúleo nos deja contemplarlo impávido, altanero y arrogante, despertando en nosotros esa sensibilidad interna necesaria para vivir y comprender el arte. Sus plumas son blancas, bien peinadas, acicaladas, de gallo joven, casi pubescente, cuidador arriscado y arrogante del gallinero y su nutrido harén. Su agrandada cresta así lo pone de manifiesto ya que ésta es un elemento de atracción sexual, cuanto más turgente y más coloreada mayor reclamo. Además de turgente la cresta es sencilla, segmentada en cinco lóbulos (número que se relaciona con las nociones de centro y de totalidad ) y un espolón de tres dientes sin liberar de la cresta (número asociado a lo celeste y lo masculino) por lo que esta conformación de la cresta no dejaría duda de su posición o estatus dentro del corral.

    Sus grandes ojos albinos envuelven una mirada resuelta, gallarda y présbica puesto que es capaz de distinguir ( como todas las aves ) desde gran altura o distancia objetos pequeños y volverse miope cuando se abalanza sobre su avistado alimento. Tras el ojo se encuentra la "orejilla", ese pliegue de la piel que acompaña al oído, que en este caso está libre de materia para que los sonidos circulen sin impedimento: ninguno permanece, ninguno hace daño, solo se escucha así mismo de forma que ni el ligero aire de abril con su blanco olor a azahar, ni el seco y asfixiante aire de agosto, ni el fresco aire de octubre lleno de olor a migas y a granadas se estanca en el. El sonido entra y sale como las palabras necias e hirientes deberían de alejarse de un alma blanca e inocente.
   El pico es enérgico, firme y sólido, ligeramente arqueado, presto a defenderse o a devorar los más suculentos bocados que caen en el corral. Con su canto, soplo poderoso, claro y vibrátil hace notar su fuerte y vigorosa presencia en las tempranas horas del blanco amanecer o en el decreciente y llameante crepúsculo. Aunque sin duda, es la hora del gallo o gallicinium ( de 12 a 3 ) la más intempestiva ya que durante los meses de primavera y de invierno con su canto de amor y de reclamo despierta y enerva el espíritu de los hombres que dormidos descansan en sus lechos.

   En esta ocasión es el duro y a la vez dúctil y maleable mármol blanco rosado el que me ha acompañado en este viaje creativo. Este no proviene de canteras tan sublimes para un escultor como las de Carrara en Italia, las del monte Pentélico en Grecia o las de Makrana en india, con las que respectivamente fueron creadas la mayoría de las obras esculpidas por Miguel Angel Buonarroti, el monumental Partenón y otros edificios en la Acrópolis de Atenas y así como innumerables esculturas griegas, o el fabuloso y romántico palacio del Taj Mahal, sino que fue extraído de la sierra de los Filables en la localidad almeriense de Macael, cuyo mármol se caracteriza por la pureza de su color blanco y que no desmerece en nada a los anteriormente citados ya que de las canteras de Macael salieron los mármoles que forman parte de las columnas y estructuras del Teatro romano de Mérida, las columnas que en época Nazarí adornaron el palacio de Medina Azahara en Córdoba, o el Patio de los leones en la Alhambra de Granada.

   Con bastante frecuencia en el mármol aparecen venas y nebulosidades que en lugar de restarle valor se lo incrementan dada la singularidad y el capricho de las formas que éstas adquieren. En esta pieza aparecen dos venas : una de color marrón, ocasionada por el depósito de carbonatos rojos cuyo color evoca la estabilidad y representa las cualidades masculinas. dicha franja parece arrancar del orificio nasal derecho, receptor desarrollado para captar la más mínima actividad de las feromonas femeninas y que le conducirán irremediablemente a un canto de amor desesperado. La otra vena es de color verde azulado provocado por la presencia de cuarcitas verdes, cuyo color representa el crecimiento, la fertilidad y frescura y que arrancando de la base lo corona elevándolo por encima de sus congéneres en un vuelo que de otra forma nunca alcanzaría.
 

  HACÍA AÑOS QUE NO PASABA POR AQUEL LUGAR...

  Hacía años que no pasaba por aquel lugar. Las longevas encinas sí me reconocieron pues las largas caminatas en el ocaso por esa llanura de suaves ondulaciones, en otro tiempo las hacía casi a diario, tanto en soledad como en familia o en compañía de amigos y bien paso a paso o con el rodar suave de la bicicleta.

 Ellas recordaran porque son centenarias, el murmullo y los vivas a la Virgen que durante la corta peregrinación (6 Km ) en agosto sus habitantes dejan por el camino velado por el polvo, el olor a los hornazos en Semana Santa, las comidas y las meriendas campestres, la recogida de su leña y la quema de la misma para hacer picón o al agradecido pastor que con su monótono monólogo y con su rebaño bajo su gran copa es protegido, tanto del tórrido sol como de la agitada tormenta y que en primavera da cabida al suave manto verde que la hierba extiende al despertar de su letargo un año más.

  Nada más entrar al recinto vallado, fuimos recibidos por los ladridos de un cansado mastín y con el canto de un gallo que anunciaba a todo su corral la presencia de extraños. Gabriel el dueño, conocido como "brinquito", nos recibió afectuosamente y nos mostró el lugar cuidadosamente desordenado. Construía su retiro en sus ratos libres. Polifacético y creativo, hecho a sí mismo como muchos de nosotros, de esa generación en la que las limitaciones eran nuestras mejores amigas, puesto que éstas requerían de la imaginación y había que levantarse por encima de ellas. Recientemente había trabajado como regidor en la película" El libro de las aguas" (2008) basada en la novela del mismo nombre del escritor Alejandro López Andrada y todavía quedaban por allí restos de la misma: algunos enseres de la vida cotidiana de la postguerra española y lo que uno nunca se imaginaría encontrar fuera de su recinto habitual: lápidas y cruces de granito con coronas de flores secas amontonadas y de un realismo que erizaba el vello.


  Superado este impacto, continuamos la visita y no muy lejos de allí el suelo aparecía cada vez más salpicado de recortes de granito y mármol los cuales serían usados como pavimento o para formar mosaicos. Fue entonces cuando distinguí un fragmento de mármol blanco rectangular, perfectamente cortado, con una hendidura en uno de los lados y de dimensiones estudiadas, áureas y no más grande que un folio.... ¡¡ Que un folio en blanco!!... nada sugerente, nada inspirador, nada evocador, nada.....

  En ese momento de valoraciones negativas el gallo cantó con tal energía que su sacudida me despejó todas las dudas y trajo a mi mente las tres negaciones del apóstol Pedro ( Mt 16,18 ), haciéndome reflexionar sobre la necesidad de tener fe y creer en nosotros mismos, en la meta que nos hemos marcado, ya que más allá de nuestras debilidades y nuestro miedo al fracaso, más allá de lo que pueda o no hacer el hombre, somos fuertes cuando lo que empuja y sostiene esa vida o esa meta es el principio de superación, el desafío a nuestras capacidades,  cuyo empuje viene de la energía que suscita en nosotros la fuerza del Universo, del Espíritu o de Dios, llamémosle como queramos, pero lo que sí es cierto es que sin fe en un poder superior la vida se convierte en un cúmulo de dudas, ansiedad y miedo.