EL CORAZÓN FLECHADO

23.12.2015

  El conjunto aparece armónico: El corazón con forma de pirámide invertida, la flecha cargada de energía cinética pero detenida indefinidamente, y las cuerdas de acero semejantes a los dos conductos anatómicos que facilitarían la circulación mayor, en este caso de la energía creadora encerrada en la obra.
  Pero la armonía que percibimos no parece casual, sino que respondería a una especial combinación de las partes respecto al conjunto, ya que si analizamos los elementos por separado hallaríamos que se cumple de algún modo la llamada Sucesión de Fibonacci (el cociente de dos términos consecutivos de esta sucesión tiende a la sección aúrea, la cual le confiere un caracter estético especial a la obra de arte) : Una flecha, dos corazones, tres soportes, cinco piezas si la dividimos y un ocho si dibujamos su silueta exterior.

     Este corazon de piedra que ahora contemplo tiene dos caras, una rugosa, abrupta, tosca, quebrada y tortuosa reflejando los mordiscos que la vida le da a uno, como si de una manzana jugosa se tratara y en la que cualquier flecha cargada de el más mínimo sentimiento, pudiera quedar clavada. La otra es lisa, rasa, chata y tersa cual escudo recién lustrado y bruñido en el que cualquier flecha rebotaría por muy cargada de pasión que estuviera.

  Sin embargo es en el lateral donde se encuentra su punto débil. Por ahí es atravesado unidireccionalmente y con una trayectoria ascendente, aunando la tierra con el resto del universo. Aunando lo material y terrenal representados por la pluma de la flecha ( cuadrado ), con lo espiritual y celestial representados por la punta triangular, que en este caso no es ni de oro con las que se concedía ( según la mitología ) el amor, ni de plomo que causaban el olvido y la ingratitud de los corazones. Sino que es de esa aleación de hierro y carbono, símbolo uno de la potencia y la resistencia, y el otro de la vida como principal componente de los seres vivos y de la dureza, cuando se transforma en diamante, símbolo éste a su vez entre las relaciones amorosas de perdurabilidad.
 

  De los diferentes tipos de granito que existen, tú tenías que ser rojo: rojo persa, rojo imperial, rojo mora, rojo balmoral, rojo rubí, rojo Africa. Ese rojo burdeos que entre la maleza que rodea la escombrera resaltaba entre grandes lascas de pizarra, grandes bloques de granito blanco y multitud de pequeños adoquines arrancados de esas calles y plazas donde mi niñez transcurrió y donde mis rodillas más de una vez besaron las frías piedras.

  AUN RECUERDO EL FRESCOR DEL AMANECER...

 Aun recuerdo el frescor del amanecer de junio, la soledad del campo, el silencio de la mañana roto por algún mugido lejano y la impaciencia por encontrar una nueva excusa para liberar ese deseo creador. Sin embargo por más vueltas que daba entorno a la escombrera, no recibí esa señal clarificadora, hasta que agobiada por las prisas de la indecisión, me ví de pie sobre una alargada losa de granito rojo que sin duda habría formado parte de algún pavimento, por lo grande de la pieza y el alisado de su superficie y ciertamente imposible de cargar sin la maquinaria adecuada. Justo a su lado había un fragmento descolgado de la losa al cual , animada por mi compañero de experiencias vitales y amorosas, me dispuse a mover para examinarlo, con tan mal tacto, que los invisibles cristales de cuarzo se me clavaron en el dedo corazón sangrando éste profusamente. No tuve entonces la menor duda : esa sería la nueva pieza y la forma ya se había plasmado de una manera dolorosa en mi imaginación.